domingo, 16 de noviembre de 2014

Talentos


Sentado sobre la arena, el tibio sol de la mañana calienta mi cara. Trato de asimilar tanta belleza concedida: el verdor fulgurante de los pinos, la blanca arena de la bahía, el sonido de las olas que no cesan y, a lo lejos: mi casa. El blanco cortinaje, agitado por el poniente, entra y sale por la ventana. Todo parece formar parte de una perfecta sinfonía en la que nada es prescindible.
Y pienso en aquella parábola del Nazareno que hablaba de los talentos. El descubrir mi talento y saber multiplicarlo es algo bello. Esconderlo, como aquel jornalero que por miedo a las represalias de su Señor lo enterró en un pozo, no ayuda a construir el Reino ni a mejorar el entorno. El pueblo espera, al doblar la esquina, una bella melodía de la que formas parte.
Mejorar nuestra sociedad, a base de multiplicar nuestros talentos... A esto se parece el Reino de los Cielos.

PD. Dedicado a una persona que se preguntaba hace unos días "cual era su misión en este mundo".

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